La sociedad española se pregunta ¿qué pasa con la juventud?
Desde hace, yo diría que bastantes años, una buena parte de los españoles pensábamos que se estaban confundiendo “libertades con libertinajes”.
Los que vivimos la Transición y pasamos nuestra juventud en la última etapa del régimen franquista, vimos como se fueron ganando libertades, hasta llegar a conformar una sociedad en la cual se hacen respetar, para lograr en España, por fin, un Estado de Derecho Democrático.
Pero que significa ese “título” que tanto anhelábamos “Estado de Derecho Democrático”, o como un filósofo político completaría y actualizaría, agregándole la palabra: Social, llegando entonces al Estado Social y Democrático de Derecho que “gozamos” en España.
Según la enciclopedia libre Wikipedia: “Éste se crea cuando toda acción social y estatal encuentra sustento en la norma; es así que el poder del Estado queda subordinado al orden jurídico vigente por cumplir con el procedimiento para su creación y es eficaz cuando se aplica en la realidad con base en el poder del estado a través de sus órganos de gobierno, creando así un ambiente de respeto absoluto del ser humano y del orden público”.
No os parece que el párrafo, resaltado en negrilla y cursiva, recoge el ambiente que no disfruta, precisamente, una buena parte de nuestra juventud.
¿Lo qué pasó en las últimas fiestas de Pozuelo de Alarcón, es un caso aislado?
El deterioro que está sufriendo el respeto al ser humano y al orden público, en los barrios que se celebran los botellones, donde no se respeta el sueño de los vecinos, la limpieza de ese parque, plaza, etc., el mobiliario urbano, no guardando el menor decoro higiénico, donde los restos de botellas y vasos, plásticos y cristales se mezclan con vómitos, orines y escrementos.
Y lo que es más importante, si cabe, como es el deterioro a que se ha llegado en el respeto a instituciones básicas, y a los representantes de las mismas; como por ejemplo, a la hora de impartir educación, en la docencia, donde los maestros son victimas de trato vejatorio por parte de los alumnos, lo que llevó a ser la profesión que acumula mas bajas por depresión.
La cantidad de vídeos, que se cuelgan entre otros en Youtube, están llenos de ese trato vejatorio. En ese mismo medio se hace alarde de todo tipo de transgresiones a las normas cívicas, como son: palizas entre ellos. Casos de carreras y conducción temeraria en zonas urbanas. Rotura y quema indiscriminada y gratuita de mobiliario urbano. Aberraciones a nuestra condición de raza humana, como son los casos de palizas dadas a indigentes o deficientes físicos o síquicos, donde se llegó incluso a quemar viva a una persona en Barcelona.
Llegando al colmo del fracaso en la educación, cuando el respeto ya no se guarda ni en el entorno familiar, habiendo padres que no son “capaces” de impartir a sus hijos las normas básicas de la convivencia, viéndose impotentes para de impartir el sentido de autoridad, e inculcar un sistema de valores en su prole.
Este panorama nos indica que no es un caso aislado.
Como digo, ese deterioro en las normas básicas de vida en sociedad, y el grado de agresividad que manifiesta esa juventud, en esos actos, es notorio y desde hace años, manifiesto.
Ahora, claro, es urgente tomar medidas. Ciertos políticos ya están en la fase de “buscar culpables”, todos menos ellos. Mientras ciertos medios de comunicación, según su inclinación, cargan sus tintas en las “denuncias” intentando arrimar el ascua a su sardina y montar su agosto.
Y los jueces ¿qué dicen?, Emilio Calatayud, precisamente de menores, lo lleva denunciando, para mí, muy atinadamente desde hace años.
Desde luego que es sumamente importante saber las causas por las que esos sectores de la juventud actúan así, para luego analizarlas y poner freno a semejantes desmanes, que llegados a unos extremos, pienso con optimismo, en plazo aun lejano, podrían poner en crisis nuestro Estado de Derecho.
En primer lugar, quiero dejar muy claro que, según mi opinión, la “culpa” de que esto suceda la tenemos toda la sociedad española, unos y otros, en mayor o menor grado, somos culpables.
Supimos pasar del periodo de transición de la dictadura, a la democracia, con una nota muy alta, donde todos los estamentos que conforman
En todo ese camino, se ganaron muchas libertades que se habían perdido durante los cincuenta años de dictadura, y la mayoría de la sociedad elevó su nivel de permisividad a muchas “innovaciones”, así aplaudimos con entusiasmo la abolición de ciertas leyes que llevaban implícitas connotaciones claramente del régimen fascista, sirva de ejemplo la famosa ley de vagos y maleantes.
Hasta aquí todo muy bien; pero paradójicamente cuando estábamos inmersos en esa euforia de ganar libertades, y en esa inercia de soltar lastre del un sistema represivo caduco, se nos iban filtrando, por ese tamiz permisivo y progresista, una serie de normas cívicas con una carga social muy alta, y que no eran ningún lastre, eran y son sencillamente la escala de valores y responsabilidades que toda sociedad debe asumir y respetar.
Mi padre, de ideología socialista y republicano, aunque no ejerció de lo último, como el decía, por imperativo legal; esa pérdida de valores sociales, lo sintetizaba en un “catecismo para no creyentes” que siempre llamó, como sus coetáneos, reglas o normas de urbanidad, estas, junto con: sentido de la responsabilidad, esfuerzo, trabajo compartido, respeto escrupuloso a los derechos y deberes, y por fin, si a esto le añadimos mucha educación, a todos niveles, familiar, colegios y universidades, llegaremos a conformar una sociedad libre.
Así que señores políticos, déjense de demagogias, hagan planes de educación razonables, que perduren. Promulguen leyes coherentes para solucionar los problemas de la sociedad actual, no para la sociedad española del siglo XIX y anteriores, déjense de hipocresías, de que no quieren legislar “en caliente”. España, desde luego que no es una paella, pero los españoles sentimos que se nos está pasando el arroz.
Sobre todo fomenten el trabajo, creen trabajo; una de las variables que inciden en el bienestar de una nación, está en crear trabajo, no en repartir limosnas y ayudas, -el desaparecido Vicente Ferrer, así lo entendió y consiguió grandes logros en
Señores jueces, hagan que su tarea se traduzca en lograr ese bienestar social, juzguen según esas leyes que le van a servir los políticos, y que van a recoger lo que la sociedad actual solicita, si no es así, lo demandan; asesoren al poder político; no nos dejen indefensos ante esas pandillas que quieren campar por sus fueros, que se ríen de todos y de todo, de ustedes, de toda la sociedad, que hacen tragar lagrimas de sangre a esos padres, a los que no les devuelven el cuerpo de su hija asesinada, y no le pueden dar sepultura, ellos, los asesinos, se siguen riendo.
Casos como el acontecido de Vigo, que un par de “colegas” queman un edificio de siete plantas, para luego grabarlo en sus teléfonos móviles, nos demuestran que se siguen riendo.
La sociedad les está demandando que sus sentencias tengan valor ejemplarizante y disuasorio, pues lo que se percibe actualmente es que , esos delincuentes, entran por una puerta y salen por
Considero que una labor primordial en la educación de nuestros jóvenes, recae en los profesores. Al margen de su profesionalidad, que no es cuestionable, ustedes deben formar grupo crítico y de presión, demandando de las instituciones que los dirigen, herramientas para funcionar; leyes que amparen la educación, integral, comenzando por los niños, que tomen referente en los grandes humanistas, ya tendrán tiempo en la universidad de entrar en economías, libertad de mercados, y otros armamentos.
Dejo este último párrafo, dedicado a nosotros los padres, que somos en gran medida responsables, de que a nuestros hijos no les estemos dando la educación adecuada. Los niños tienen que crecer respetando, primeramente, y para empezar, a nosotros mismos; para luego hacerlo al prójimo. El juez, Sr. Calatayud, viene denunciando, que un padre no es un “colega” de sus hijos; es indispensable para la educación de los mismos, el que sepan reconocer en nosotros, padres, los signos de autoridad suficiente, para que luego sepan guardar ese respeto. Después vendrán el reconocimiento a esas escalas de valores, indispensables para la vida en sociedad; como igualmente es necesario el inculcarles que la vida entraña trabajo, y algunas veces sacrificios.
Claro que tendremos que llenarnos de argumentos a la hora de explicarles esa vida “holgada y vilipendiosa” de algunos.